Citando al mismísimo Serrat, me planteo la
duda, se acerca el momento definitivo, el momento en el que de verdad me quedo
sola, al frente de mi casa, como una pequeña ama de casa. Suerte que mi tía se
ha encargado de llenarme el congelador hasta los topes, albóndigas, canelones,
arroz, judías y lentejas, menos mal, con
eso tengo para sobrevivir por lo menos hasta que venga Chema, ¡menos mal! Tengo
muchas ganas de que venga y enseñarle la ciudad. Y con la llegada del Che,
espero que llegue el buen tiempo, porque ha hecho un frio y un aire en Pamplona
dignos del más crudo invierno siberiano, a eso añadirle mi torpeza o el mal
funcionamiento de los acumuladores de casa, y tendremos como solución de la ecuación
un catarrazo asegurado.
Vuelvo a casa, de hecho ahora estoy en mi
casa, en mi casa de Madrid, con mi
madre, repitiendo todo el rato “que feliz estoy de teneros a todos aquí”, con
mi padre y con la diminuta, poco va a durar esta unión, el domingo regresamos a
la zona norte las dos, y se producirá el silencio en casa, no mas gritos, no
mas discusiones, no mas peleas… ¡vamos que vuelven mis padres a vivir su
noviazgo!
He vuelto porque hoy viernes tengo examen,
¡horror! Pero como siempre que tenemos examen nos reunimos, hablamos, nos reímos,
como si fuesen pequeñas reuniones de exalumnos, o no, ¡que cojones! como si
fuesen reuniones de amigos, que quedamos, nos ponemos al día rápidamente,
bromeamos, comemos... Es una de de las inyecciones de energía más poderosas que jamás he
recibido, el calor que me proporcionan mis amigos y sus risas y sonrisas. Lo
mejor, es que lo hacen sin saberlo, sin darse cuenta del bien que me hacen. Así
pues sigo estudiando, que buena falta me hace.
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